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Quien esté libre de pecado…

Carmen Aristegui
septiembre30/ 2016

Reforma

Varias miradas se cruzaron en la inauguración de la Semana Nacional de Transparencia organizada por el INAI, esta semana. Enrique Peña Nieto, durante un discurso improvisado, hacía alusión a un conocido pasaje bíblico para referirse, de nuevo, al tema de la corrupción.

El Presidente trajo a cuento las palabras de Jesús -que aparecen en el Evangelio de Juan-, para hacer una analogía entre la mujer acusada de adulterio a punto de ser apedreada y la corrupción mexicana: “Este tema que tanto lacera, el tema de la corrupción, está en todos los órdenes de la sociedad y en todos los ámbitos, no hay alguien que pueda atreverse a arrojar la primera piedra… Todos han sido parte de un modelo que hoy estamos desterrando y queriendo cambiar”. Así, sin más, Peña Nieto habló de todos y tildó a México entero por corrupción.

No es la primera vez que el hoy Presidente se refiere al tema de la corrupción como un problema nacional, amplio y extendido, del cual no se salva nadie. Un señalamiento tan amplio en el que, se da por sentado, se incluye a sí mismo y a sus más cercanos colabo- radores. De otra manera no cabría tan amplia generalización hecha por el mandatario.

Nadie puede negar que el tema de la corrupción es un asunto arraigado culturalmente en México, como ha dicho Peña Nieto en otras ocasiones, pero eso no significa que todos los mexicanos y mexicanas estemos hundidos en prácticas corruptas, antiéticas y/o delictivas. Tampoco se puede tasar de la misma manera al ciudadano que da una mordida para agilizar un trámite o como salida fácil que le permite sortear un problema de tránsito, que a aquellos que, teniendo poder y mandato, se enriquecen del erario, de favores y corruptelas como los gobernadores que empiezan a ser enjuiciados y que hoy se han puesto tan de moda.

Echar en la misma bolsa a quienes para montar un negocio tienen que soltar una coima, que se distribuye entre quienes están encargados de autorizarlo, con los empresarios coludidos que pueden armar grandes negocios de la mano de autoridades corruptas, no es sino un despropósito más del mandatario. Ni decir lo grave que resulta que Peña no identifique -ya no se diga, reconozca- a millones de personas que -a pesar de los ambientes corruptos y corruptores, dentro y fuera del servicio público- mantienen una conducta ética y transparente, y desarrollan su trabajo en el marco de lo que la ley indica y dentro de los parámetros de comportamiento ético que una sociedad como la nuestra merece.

Durante su discurso en el INAI, Peña Nieto tuvo además un lapsus sugerente. Al referirse al “nuevo paradigma que estamos construyendo”, aludió también a las tecnologías que “…hacen posible que cualquier agente social esté expuesto”, y corrigió al vuelo: “…no expuesto, porque pareciera un riesgo, más bien abierto a un gran escrutinio de cómo se comporta”.

¿Qué tenía en la cabeza Peña Nieto cuando recordó a Jesús invitando a aquellos aldeanos, libres de culpa, a tirar la primera piedra en contra de la mujer acusada de adulterio? ¿Pensaba en ser como Jesús que -al ver que la gente se alejaba sin arrojar ninguna piedra en contra de la mujer adúltera- la dejaba libre, sin condena, pidiendo sólo que no volviera a pecar? O ¿se imaginaba, a sí mismo, como el sujeto al que está todo mundo a punto de apedrear? ¿En qué posición se imagina Peña Nieto en tiempos en donde hasta sus más grandes aliados y creadores de la televisión parecen enfilar baterías para mostrar historias de corrupción que podrían llegar a él o tal vez a sus más cercanos colaboradores? Eso que algunos ensayan ahora, con un Peña Nieto y audiencias en caída, tratando de congraciarse con un público y una sociedad cada vez más harta del abuso y la impunidad. ¿Está viendo venir Peña Nieto algo de lo que no saldrá bien parado?

“-Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena? -Nadie, Señor. -Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar”.

¿Por qué vino a la mente de Peña Nieto, precisamente, este pasaje bíblico? ¿Quisiera para sí y para los demás un borrón y cuenta nueva para terminar de construir “el nuevo paradigma” contra la corrupción, ese del que presumió en la Semana Nacional de Transparencia? ¿Acaso intenta frenar las piedras que empiezan a caer?

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