• viernes, abril 19, 2024

Joder a México

Carmen Aristegui
octubre28/ 2016

Reforma

El balazo en el pie que se asestó el presidente Peña Nieto el martes pasado cuando -a cuento de nada- dijo ante periodistas y empresarios que no se levanta cada mañana pensando -como no cree que lo haya hecho ningún Presidente- cómo “joder a México” es un tema que requiere varias interpretaciones. A bote pronto, conviene imaginar la cantidad de dinero público que se ha gastado este gobierno para posicionar el slogan “Mover a México” -con el que pretende ser identificado en México y el extranjero- para imaginar el potencial de publicidad contraria que ha provocado para su gobierno y su persona con la frase del pasado martes. En una sola sentada, Peña Nieto activó -en sentido contrario- todo aquello que se han esmerado en divulgar sus publicistas con carretadas de dinero público.

La dimensión psicológica del asunto la dejamos a los expertos, pero conviene también imaginar qué trae Peña Nieto en la cabeza y si ya, desde hoy, se está queriendo disculpar por lo que ha dejado a su paso.

Decisiones de gran trascendencia son las que corresponde tomar a un Presidente en funciones y nadie, en su sano juicio, pensaría que Peña Nieto o cualquier otro las tome pensando, deliberadamente y de manera aviesa, en cómo dañar a México. El problema radica en las decisiones que se toman de manera equivocada o, peor aún, no buscando el beneficio de México sino el del entorno más cercano. Eso sí que jode a México.

El nombramiento de Raúl Cervantes Andrade como procurador general de la República tiene que ser analizado desde esa perspectiva. Ratificado por un Senado de la República en el que imperaron más los abrazos y las felicitaciones que el ejercicio obligado de una revisión crítica a la propuesta del Presidente, se convierte en un asunto de particular importancia.

No es solo el nombramiento del nuevo procurador, que ya es mucho, sino del muy probable primer fiscal general de la nación. Sorprende la tibia manera en que la mayoría responsable de su ratificación pasó el trámite en fast track como si fuera un nombramiento menor o secundario y no el tamaño de asunto que estaban votando.

Al momento de aprobarse el marco legal para dar cumplimiento a la reforma constitucional que crea la Fiscalía General de la Nación, quien ocupe la Procuraduría General de la República pasará a ocupar el cargo de fiscal general, asunto para el que se perfila Cervantes Andrade, tal como lo mencionó él mismo el día de su ratificación. Durará en el cargo 9 años, tendrá la titularidad del ejercicio de la acción penal, estarán a su cargo los sistemas de inteligencia y policiacos para combatir la delincuencia y ejercerá un poder amplísimo -como ningún otro- a partir de la autonomía constitucional que le concedió la reforma.

El Senado anunció que pedirá un programa de trabajo al nuevo procurador al que le dan 90 días para su exposición. ¿Qué no tendría que ser al revés? ¿No tendría primero que exponerse lo que se piensa hacer con tan importante cargo, revisarse minuciosamente el perfil de la propuesta, la idoneidad del personaje y el grado de autonomía con el que desempeñaría una responsabilidad de ese tamaño? Nada de eso sucedió. La aprobación fue casi en automático, con voces en minoría que apenas fueron escuchadas y una mayoría de legisladores que, más que un debate, dieron paso a los abrazos y las felicitaciones.

¿Por qué no se debatió con suficiencia el perfil político y partidista del hoy procurador? ¿No importa su filiación priista ni su estrecha relación con el presidente Peña y con el consejero jurídico de Los Pinos? ¿Es irrelevante su falta de experiencia en el ámbito judicial? ¿Se trata de darle la vuelta a reformas cuyo propósito es dotar de autonomía, herramientas y conocimiento técnico a la procuración de justicia y liberarla en su actuación del mandato político a partir de un nombramiento a modo? ¿Se trata de proteger las espaldas de la clase política nombrando en el cargo a uno de los suyos y no a alguien que garantice independencia? ¿De qué se trata? ¿De burlar a la sociedad mexicana poniendo al compadre, al amigo o al incondicional en puestos que reclaman autonomía? ¿De qué se trata? ¿De joder a México?