CIUDAD DE MÉXICO .- Hace diez años, el senador panista Javier Corral alcanzó notoriedad nacional con una de las batallas más difíciles y turbias que se han librado en el México de la alternancia: lograr la anticonstitucionalidad de la Ley Televisa, aprobada en marzo de 2006, en medio de las presiones de todos los candidatos presidenciales y de la mayoría de legisladores coludidos con la empresa de comunicaciones más importante del sistema.
Corral se convirtió en el más consistente, informado y crítico político en contra de ese poder salvaje que había doblegado al Ejecutivo federal, al Congreso y amenazaba con atenazar al Poder Judicial. No era una batalla de agravios personales. Era una lucha contra la tentación de una dictadura mediática que logró descarrilar buena parte de las promesas de la transición a la democracia no cumplida: en 2002 las dos televisoras cancelaron la reforma a la ley de medios electrónicos que había propuesto el gobierno de Fox; TV Azteca se apropió de Canal 40 de la peor manera; en 2004 condicionaron el “apagón analógico” a sus intereses (aunque ahora se quejen); en 2006 lograron el refrendo automático de sus concesiones, avanzaron en su proyecto por convertirse en empresas de telecomunicaciones y dar los servicios de triple play. Sobre todo, se transformaron en juez y parte de las disputas político-electorales, beneficiándose con cientos de millones de pesos del presupuesto de los partidos y los gobiernos estatales y federal.
El senador que más guerra y dolor de cabeza les dio fue Javier Corral. No fue el único, pero era el líder de 41 senadores que se rebelaron al “Sí” a la Ley Televisa. Entre ellos estuvieron los entonces priistas Manuel Bartlett y Dulce María Sauri, los perredistas de entonces Raymundo Cárdenas y César Raúl Ojeda, así como varios panistas como Felipe Vicencio. Lograron que la Suprema Corte echara abajo los aspectos más anticonstitucionales de la Ley Televisa.
Esa victoria nunca la perdonó Televisa. La resolución de la Suprema Corte se interpuso al plan de negocios y de expansión de poder de Grupo Televisa y de sus múltiples ramificaciones en la industria de la radio, la prensa, la publicidad, las empresas, etc.
Dueños de un poder político inigualable hasta 2012, Televisa logró consolidar su máximo poder cuando Enrique Peña Nieto, su cliente y modelo principal de aliado, llegó a la Presidencia de la República. Fue el retorno del PRI y de una nueva generación de políticos (muchos de ellos gobernadores) que cifraron su ascenso en la complicidad con el poder mediático a cambio de millonarias cantidades del presupuesto, no auditable y encubierto a través de triangulaciones de fondos públicos e ilegales.
Como Javier Corral no pertenecía a esa generación de tele-políticos, Televisa hizo todo para frenar su victoria en 2010 en Chihuahua. No pocos panistas estaban recelosos también de este legislador al que consideraban “radical”, “inmanejable”, “protagónico”, “conflictivo” porque no se ajustaba a la real politik de ponerse a los pies de los barones mediáticos.
Corral vivió durante casi seis años bajo la amenaza absurda de una supuesta deuda de menos de un millón de pesos a una filial de Televisa. La empresa usó este débito como un ariete para el desprestigio. Demostraron así cuál es su modus operandi mafioso para frenar a políticos que considera sus enemigos o a quienes quiere dominar.
En 2013 y 2014 el gobierno de Peña Nieto impulsó una amplia y ambiciosa reforma de las telecomunicaciones y la radiodifusión que se gestó en el Pacto por México. En parte, para librarse del estigma de ser “producto de Televisa” y, en parte también para abrir la competencia en un sector dominado por dos imbatibles monopolios que pasaron de aliados a feroces adversarios desde 2011: Televisa y América Móvil.
Corral fue impulsor y crítico también de esa reforma. En el desánimo, Corral me confió en 2014 que muchos de los logros de la reforma constitucional se perdieron en la legislación secundaria de aquella Ley Peña-Televisa que acabó beneficiando a esta empresa. Le permitieron seguir su proyecto de concentración en la televisión restringida hasta llegar a tener 62% de este mercado.
La crisis actual de Televisa no vino por el lado de las leyes ni de las reformas de Peña Nieto, sino por los cambios tecnológicos y la revolución de las nuevas audiencias digitales que constituyen un desafío múltiple para los medios tradicionales y para los políticos que se acostumbraron a buscar rating y no legitimidad.
Antes de ir de nuevo como candidato del PAN a la gubernatura de Chihuahua, Corral encabezó otra dura batalla al interior de su partido y también en contra de la censura a Carmen Aristegui y su equipo en MVS. Paradojas de la historia: el modelo de contrato con autonomía editorial y ombudsman de audiencia que Corral negoció y propuso a MVS y a Aristegui fue desechado por la empresa de Joaquín Vargas en uno de los más lamentables retrocesos de un medio que le había apostado a la pluralidad.
Corral triunfó en las elecciones de Chihuahua contra todos los pronósticos. El PAN retorna a la gubernatura después del sexenio de Francisco Barrio (1992-1998) que dejó muchas heridas abiertas, como su indolencia por los feminicidios en Ciudad Juárez, y después de dos administraciones priistas que se caracterizaron por la violencia y la corrupción.
Corral triunfó a pesar de la operación del gobierno saliente de César Duarte para cerrarle el paso, de la dirigencia del PRI y hasta de un sector de la izquierda y del panismo. Ganó a pesar de la corrupción que deja a Chihuahua con una deuda de más de 40 mil millones de pesos y unas arcas comprometidas por tres generaciones en pagar el atraco de Duarte Jáquez.
Desde la adolorida Juárez, su ciudad, Javier Corral emprendió una nueva batalla por ser gobernador de su estado. Hoy tomó posesión en condiciones difíciles y citó a Benito Juárez como compromiso de encabezar un gobierno guiado por “la honrada medianía que proporciona la retribución que la ley señala”.
Corral lanzó un mensaje de conciliación con el movimiento magisterial, anunció la creación de una fiscalía especial para graves violaciones a los derechos humanos y advirtió que “no habrá impunidad” para los responsables de la bancarrota de Chihuahua.
Estas serán las nuevas y difíciles batallas de Corral desde Chihuahua. Es tan compleja y quizá más peligrosa que su lucha contra la telecracia, pero indispensable para el país: demostrar que la transición desde la periferia hasta el núcleo federal del poder en México se puede dar. Que el sistema político mexicano, víctima de una larga agonía frente a la transición inconclusa, puede resurgir de un auténtico pacto con la sociedad, no sólo con los grupos de poder y las organizaciones criminales.
La nueva batalla de Javier Corral Jurado es contra las poderosas redes de nuestra narcocleptocracia. Es una batalla que nadie, ningún político (ni Andrés Manuel López Obrador) la pueden librar solos. Menos un solo partido o una sola fuerza. Es un gran ejercicio de coalición de fuerzas, algo que hasta ahora no hemos visto en un sistema político tan acostumbrado a dividir, corromper, amedrentar y sembrar resentimientos en sus mejores hombres y mujeres.
Mucha templanza e inteligencia para Javier Corral, compañero, fuente informativa, colega en el quehacer periodístico y generoso ser humano frente a estas nuevas batallas por venir.