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Del Brexit a Nochixtlán

Raúl Trejo Delarbre
junio27/ 2016

La Crónica

La votación que separa al Reino Unido del resto de Europa estuvo definida por el miedo y la ignorancia, pero también por el descontento.  Los 17 millones y medio de británicos que eligieron la ruptura consideran que la relación con Europa les quita más de lo que les da, están golpeados por carencias económicas, desconfían de los políticos tradicionales y son sensibles al bullicio simplificador de los medios de comunicación conservadores. Ése fue el caldo de cultivo para que avanzara el populismo de derechas que propone nacionalismos excluyentes. En ese batiburrillo, los políticos que estaban por la permanencia en Europa fueron incapaces para convencer a sus conciudadanos. Sobraron descalificaciones, improperios y mentiras en la discusión sobre el Brexit. Faltó oficio político.
Esa carencia, sin desconocer que se trata de asuntos muy distintos, emparenta la crisis británica y europea con nuestra doméstica pero también terriblemente enmarañada crisis política. La emboscada en Nochixtlán hace ocho días no solamente tomó desprevenida a la Policía Federal. Otras áreas del gobierno, comenzando por la operación política que tendría que haberse desplegado desde Los Pinos, fallaron desde tiempo antes tanto para persuadir a los profesores afectados por la reforma educativa como para acotar a los grupos ultrarradicales que se cobijan en la Sección 22. En ésta, como ya en demasiadas ocasiones, la capacidad política del gobierno del presidente Peña Nieto ha sido deficitaria.
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El salto al vacío que dieron los británicos el jueves 23 de junio  fue favorecido por la equivocación enorme del primer ministro David Cameron que, presionado por el Partido Independentista y por la extrema derecha del Partido Conservador, prometió que si lo reelegían en 2015 convocaría al referéndum. La renuncia a la Unión Europea no era una causa mayoritaria, pero creció gracias al compromiso para hacer el referéndum.
Aunque Cameron era partidario de quedarse en la UE, al dejar que esa decisión fuera resuelta por una votación popular abrió la puerta para que los prejuicios pesaran más que las razones. A diferencia de la presentación y discusión de argumentos que puede haber en el Parlamento, la campaña por y contra la permanencia en la UE estuvo dominada por trivializaciones y mentiras.
En la prensa británica, que históricamente se debate entre el profesionalismo y el sensacionalismo los diarios más serios, comenzando por The Guardian, The Times y The Financial Times, apoyaron la permanencia en la Unión Europea ofreciendo razones y datos. Sin embargo, la circulación de esos periódicos es poca en comparación con la que alcanzan tabloides amarillistas como Daily Express y Daily Mail, que respaldaron la ruptura. Un estudio de la Universidad de Loughborough indicó que si se tomaba en cuenta la circulación de cada periódico, la cobertura de la prensa británica fue favorable al Brexit en un 82%.
El referéndum es un recurso que inevitablemente divide a las sociedades en torno a opciones binarias. En apariencia, se trata de un recurso democrático porque en allí se expresa la opinión de cada ciudadano. Pero esa expresión sólo puede ser acerca de una de las opciones excluyentes que se les presentan a los votantes: sí o no, dentro o fuera, inclusión o ruptura. La democracia, entonces, queda empobrecida al reducirse a la elección entre una de dos posibilidades. Las posiciones populistas, que se nutren en el reduccionismo y los estereotipos, se fortalecen con la polarización de las sociedades.
La democracia tendría que ser mucho más: razones, intercambio, acuerdos. Pero esas prácticas y valores quedan abrumados cuando las instituciones políticas, y quienes las conducen, no pueden evitar la polarización. Las redes sociodigitales contribuyen poco a mitigar esa simplificación y en ocasiones la multiplican.
Los políticos británicos dejaron de cumplir con su deber más elemental que es convencer a los ciudadanos para, en su representación, tomar decisiones. O lo hicieron de manera insuficiente. No hay que olvidar que frente al 51.9% que votó por la ruptura con Europa, el 48.1% de los ciudadanos eligió quedarse. Gana la mayoría y, junto con ella, pierden todos.
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El presidente Enrique Peña Nieto entendió la necesidad de cambios cuando, al comenzar su gobierno, promovió reformas importantes. Pero antes de que fructificaran se quebró la alianza entre los partidos, que había alentado esa primavera reformista. Sin respaldo político, el gobierno tampoco tuvo apoyo social suficiente porque la explicación  a los ciudadanos de esas medidas fue deficiente. La administración del presidente Peña quedó alejada no sólo respecto de la sociedad crítica, sino incluso de su propio partido. En los medios de comunicación, por lo general más proclives a la murmuración que a la explicación, prevalecieron versiones simplistas e insuficientes de esas reformas, comenzando por la educativa.
La evaluación a los profesores encontró significativas simpatías en la sociedad, pero fue rechazada por los grupos de maestros que temen quedarse sin empleo. Ante el radicalismo de la CNTE y sus aliados, el gobierno respondió con la  aplicación  a toda costa de la reforma. Ésa fue una actitud correcta en términos legales, pero insuficiente en el terreno político. El gobierno quiso neutralizar a la CNTE primero con prebendas y luego con amenazas a sus dirigentes. El trabajo de explicación y persuasión con los maestros en cada escuela ha sido insuficiente. La decisión de imponer esa reforma ha sido pertinente, pero no tomó en cuenta que los grupos más intransigentes que hay en la Coordinadora y entre sus aliados han buscado el enfrentamiento. Esos grupos tuvieron éxito al conseguir que la reforma educativa se polarizara. Y más aún cuando, el domingo 19 de junio, ocho personas murieron en la refriega con la Policía Federal.

La impericia del gobierno para comunicarse, y de esa manera relacionarse con la sociedad, se manifestó ese día y sigue teniendo costos. La ausencia de una explicación oportuna y clara, agravada por las contradicciones en las versiones que ofreció la policía, favorece la mitificación y la confusión acerca de los hechos en Nochixtlán y otros lugares en Oaxaca.
Si la Policía Federal cayó en una trampa, allí hubo una costosa impreparación que condujo a que, desesperados, algunos respondieran a balazos a la agresión que sufrían. Si, como dicen otros, los policías dispararon desde un principio, estaríamos ante una agresión criminal que debía ser castigada de acuerdo con su enorme gravedad. La falta de un relato completo, coherente y creíble, ha dejado espacio a especulaciones y falsedades. En las redes digitales se propalan imágenes cruentas falseadas, o tomadas de otros episodios y difundidas con el propósito de engañar.
En Nochixtlán hubo ocho muertos, todos excepto uno por heridas de bala. Es imperioso que se aclare si las armas que los mataron eran de la policía o de simpatizantes, reales o supuestos, de los maestros. No puede descartarse una actuación compulsiva de la policía, pero tampoco puede ignorarse que en Oaxaca hay grupos de ultraizquierda, o pseudoizquierda, que apuestan a la confrontación armada. La investigación que realiza la Comisión Nacional de los Derechos Humanos será fundamental.
Mientras tanto la sociedad crítica, que no siempre es necesariamente espabilada, adoptó ya el relato de la embestida policiaca en contra de pobladores y maestros desarmados. Las versiones simplistas se propalan con más facilidad. Quizá estamos ante un inadmisible episodio de brutalidad policiaca. Pero también estamos ante la defensa de privilegios por parte de líderes que han lucrado con la representación de los maestros y que han promovido acciones violentas en todo Oaxaca. Tampoco hay que olvidar que entre las víctimas de Nochixtlán se encuentran docenas de policías heridos con proyectiles y cohetones.
La polarización deja escenarios en blanco y negro, sin matices ni detalles. Quienes se adhieren a una versión y no a otra lo hacen antes que nada por convicción. La respuesta de la sociedad crítica queda supeditada, entonces, a simpatías políticas y no forzosamente a la verdad ni a principios éticos. Pocas voces han condenado el asesinato, también el domingo 19, del periodista gráfico Elidio Ramos Zárate, que fue ejecutado en Juchitán por encapuchados que no querían que  fotografiara los bloqueos de la CNTE.
El diálogo siempre es bienvenido. Pero en el intercambio que aceptó Gobernación no hay coordenadas claras, porque no las hay en Los Pinos. No pueden cancelar la reforma educativa, que es obligación constitucional. Tampoco se puede mantener por demasiado tiempo la situación de excepción que la CNTE ha impuesto en Oaxaca. La construcción de acuerdos, en todo caso, tendría que ser con los maestros que no son bases, sino víctimas de dirigentes como los de la Sección 22.
La inteligencia y la creatividad políticas que se requieren no son sencillas en el escenario de confusión y desconfianza que tenemos. Es preciso romper el círculo vicioso de la polarización para que la sociedad y el poder no tengan que escoger entre falsas opciones. Nuestros dilemas no son reforma educativa o intereses de los maestros, ni claudicación o represión. Las disyuntivas son cómo involucrar a los profesores en esta reforma y de qué manera aislar a los provocadores para que la sociedad no padezca imposiciones ni del poder, ni de ventajistas redentores.

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