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The Guardian: ejemplo a seguir

Gabriel Sosa Plata
septiembre20/ 2016

Sin Embargo

The Guardian reconoció que tuvo un par de errores por su reportaje sobre el departamento que usa Angélica Rivera en Miami y decidió suprimirlo de su sitio web. Esto fue posible por los mecanismos autorregulatorios que ha desarrollado la publicación británica, a diferencia de lo que sucede en la mayoría de los medios de comunicación en México.

Luego de publicarse la corrección, algunos periodistas y medios de comunicación mexicanos cuestionaron la ética del diario británico y de quienes en nuestro país reprodujeron en parte o completamente el reportaje sólo con el ánimo, dicen, de dañar la imagen del presidente de la República y su esposa.

Las “lecciones” de periodismo no se han hecho esperar, como si algunos de dichos medios y periodistas actuaran siempre bajo los principios de la ética, la verdad y la responsabilidad. Por supuesto no es así, pero aprovechan la acción correctiva del diario británico para denostar la labor periodística de periodistas y medios que han marcado su distancia del poder político y particularmente del gobierno que encabeza Peña Nieto.

La mayoría de los medios de comunicación, incluyendo los críticos, están muy lejos de los estándares éticos y autorregulatorios de The Guardian. Además de contar con uno de los códigos de ética más avanzados en el mundo, desde 1997 esta publicación cuenta con la figura de Ombudsman o Defensoría del Lector, que gestiona y ofrece respuestas y/o acciones correctivas a las réplicas, quejas y comentarios de los lectores sobre la información que se difunde en sus diversas plataformas, además de ser una especie de “perro guardián” de los principios éticos. Sin la actuación de esta persona, The Guardian pudo no haber reconocido que hubo imprecisiones en su reportaje sobre el departamento de Miami y la familia Pierdant.

Ian Meyes, primer Ombudsman de The Guardian y expresidente de la Organization of News Ombudsmen (ONO), explica que el nombramiento de un defensor se hace con el objetivo de “tener una institución honrada que se corrige a sí misma” y que quiere hacer las cosas bien. Y agrega: “Para ponerlo un poco más sofisticado, desea lanzar al ruedo del debate público información precisa en la que pueda confiar el ciudadano a la hora de formarse una opinión sobre los acontecimientos diarios” (véase “El Ombudsman, un tipo de autorregulación que genera confianza”, en Cuadernos de Periodistas, España, abril de 2006).

The Guardian, describe Mayes, publica en un año promedio alrededor de ¡mil 600 correcciones! Parecen muchas, pero no es así, ya que, recuerda, algunos de los medios estadounidenses más importantes superan las dos mil.

¿Cuántas publican los medios mexicanos más serios? No tengo la cifra, pero muy pocas por su resistencia a reconocer los errores o bien justificarlos (si me permite el paralelismo) con argumentos como “errores metodológicos”. Lo más que llegamos a ver son réplicas y en ocasiones contrarréplicas, más como una concesión o un “favor” del medio, que como una práctica fundamental y cotidiana para un periodismo de calidad.

Dice Mayes: “Lo que yo creo que mina la confianza de los lectores, oyentes o televidentes no es la admisión de un error, aunque el error sea muy grave, sino el descubrimiento, la revelación o la admisión forzada de un error significativo que no ha sido corregido”. Y abunda: “Un consejo honesto para los lectores sería: no confíen en un periódico que aparentemente nunca se equivoca y traten al resto con el grado de escepticismo que le indique su experiencia”.

¿Será que casi nunca se equivocan periodistas y medios mexicanos? Obviamente sí y mucho, pero por lo general no lo reconocen ni siquiera cuando se trata de errores pequeños. La cultura de la autorregulación periodística está apenas en pañales en México, no obstante la larga historia de ejercicio periodístico y la gigantesca cantidad de periódicos que se han publicado a lo largo y ancho del país desde el siglo XVIII.

Esta experiencia periodística ahora se multiplica exponencialmente con el “boom” de los periódicos o medios digitales, pero seguimos prácticamente igual: estancados en los mecanismos de autorregulación. Salvo honrosas excepciones, como las de los diarios Noroeste, El Independiente de Hidalgo y la revista Contralínea, la mayoría de los medios impresos no cuentan con defensorías del lector, que contribuyan a reconocer, como lo hace The Guardian, que los periodistas pueden equivocarse. ¿Cuándo tendremos figuras similares en El Universal, Milenio Diario, Excélsior o en portales como Sin Embargo, Aristegui Noticias o SDP?

¿MEDIOS CORRESPONSABLES?

Sobre la rectificación de The Guardian, periodistas que dicen defender la ética y la autorregulación, pero no necesariamente la practican de manera cotidiana, consideran que Proceso, Reforma, Aristegui Noticias y otros debieron disculparse, como lo hizo el diario británico. ¿Debieron hacerlo? Coincido con la posición del doctor Ernesto Villanueva, respetado académico y experto en derecho de la información, que estos medios cumplieron su parte al difundir la rectificación y las disculpas del mismo periódico.

Aun publicando la rectificación ¿habría consecuencias legales? El doctor Villanueva responde en un artículo publicado en SDP, el pasado 18 de septiembre: “En el derecho de la información hay un principio doctrinal que se denomina ‘reporte fiel’, que se refiere a que un medio no es responsable de una información, aunque ésta sea incorrecta, parcia o falsa, siempre y cuando hayan citado la fuente de esa información”. En México, precisa, ese principio del “reporte fiel” es no sólo una cuestión doctrinal, sino jurisprudencia firme de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que desarrolló durante el caso Mauricio Herrera Ulloa vs. Costa Rica.

Otro caso similar sucedió en México cuando la revista Proceso fue absuelta por la Suprema Corte de Justicia de la demanda de daño moral presentada por Marta Sahagún, ya que sólo reprodujo (“reporte fiel”) un fragmento del reportaje de Olga Wornat que publicaría en un libro sobre el divorcio religioso de la exprimera dama con su primer esposo, Manuel Bribiesca.

Pese a los señalamientos, The Guardian da un ejemplo de autorregulación a los medios mexicanos, sin renunciar a una de las revelaciones más importantes de su reportaje: Ricardo Pierdant sí pagó durante un año los impuestos del departamento que Angélica Rivera tiene en Miami y aún hay cabos sueltos, como lo han documentado las periodistas Sanjuana Martínez, Linaloe R. Flores y Alejandra Padilla en Sin Embargo.