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Los sofistas continúan entre nosotros

Jorge Fernando Negrete
mayo29/ 2017

Publicado en Reforma el 29 de mayo de 2017

Que “quedó muy lejos de las expectativas esperadas”, que “fue un fracaso”, que “dejó un escenario de incertidumbre”, que hay “ausencia de transparencia” e incluso se afirma “incapacidad regulatoria” ¿Fue perfecto el proceso de licitación de frecuencias de radio? No. ¿Puede ser perfectible? Sin duda.

La licitación de frecuencias más relevante de América Latina en materia de radio en los últimos 20 años en México, y en 30 años en la región, refleja no sólo la intención de transformar el sistema de competencia, sino aportar más medios al entorno democrático de nuestro país. Ahora sucede que la licitación de radio fue un fracaso y se le vincula a un proceso continuo de errores en procesos licitatorios.

El mismo grupo que lidera el proceso de desmantelamiento del régimen de derecho de las audiencias, busca persuadir a la sociedad de que el IFT no trabaja y, cuando lo hace, lo hace mal. Es decir, el ataque a la institución, su trabajo y su independencia es frontal. El proceso de licitación de radio fue incómodo para un grupo de la industria de la radiodifusión que estaba feliz con el sistema de competencia que se mantenía desde hace varias décadas.

En sus primeros momentos, este grupo sostuvo públicamente que la licitación afectaría el modelo de negocio publicitario, que no habría postores interesados y que era innecesario el proceso. Menuda sorpresa se ha llevado la industria al obtener nuevos entrantes, el fortalecimiento de cadenas radiofónicas históricas y una recaudación económica notable, misma que ha terminado por pervertir el objetivo de la reforma de telecomunicaciones, al volver el criterio recaudatorio un valor regulatorio.

Quieren que la regulación solo afecte a sus adversarios, que los amputen, que los destruyan; que la regulación los toque lo menos posible; que les mantenga el privilegio de sus negocios sobre los derechos de los ciudadanos. Que nadie los regule y se autorregulen como quieran. Si para ello hay que mentir, confundir, conspirar, hay que hacerlo con eficiencia; si hay que coordinar partidos políticos, gobernadores y presidentes municipales, mejor.

Pero si hay que golpear la institucionalidad de un órgano autónomo y técnico como el IFT, denostarlo, castrarlo, evidenciarlo y acabar con su fama pública, hagámoslo como sistema. Un espléndido trabajo de investigación e inteligencia dio como resultado evidenciar relaciones personales sancionadas en el proceso licitatorio.

La multicitada empresa Tecnoradio fue denunciada en un entorno mediático y de análisis, con éxito. A quienes ayuda este desaguisado es a las compañías que se iban a ver afectadas por la entrada de esta empresa al negocio de la radio; ya se la quitaron de encima y de paso ayudaron a los procesos de transparencia y mecanismos de acción dentro del IFT. En un entorno de presión mediática, se evidenció cómo, en una democracia, la correcta actuación de medios y autoridad funciona. Ojalá así nos hubieran ayudado en materia de derechos de las audiencias.

Lo que no es correcto es que en este proceso se pretenda obsequiar el último golpe a la institucionalidad del IFT y colapsar su credibilidad, a partir de sostener que sus fallas ya son históricas.

No puedo estar de acuerdo con muchas de las resoluciones del IFT, estoy seguro que con esta ley y sus errores, hubiéramos podido apoyar más a los medios públicos, comunitarios, conectar a más mexicanos, incrementar la inversión, generar competencia convergente, estimular la innovación, la creatividad tarifaria, de modelos de negocios y estar preparados para la competencia en Norteamérica, reconocida en la próxima negociación del TLCAN, pero mi visión sobre el sector comienza por el respeto irrestricto a la institucionalidad de un organismo constitucional indispensable para nuestro país.

Cuando se le ataca así al IFT se promueve la corrupción colectiva de los medios, como en el tema de los derechos de las audiencias; cuando se le ataca así, se dinamita un pilar vital de nuestra democracia. Creen que generando miedo van a lograr el desmantelamiento de la regulación, quedándose con la parte de la ley que les conviene. Se equivocan. Ellos promueven el miedo, la sociedad busca tener confianza; ellos culpan, nosotros corregir errores. Ellos creen que pueden todo, la sociedad hace preguntas en beneficio de todos. Ellos presionan, la sociedad negocia; ellos están interesados en sí mismos; la sociedad está interesada en todos, en los derechos de la comunicación y el derecho a la información de México.