• lunes, marzo 18, 2024

Los “memes” de Peña Nieto

Gabriel Sosa Plata
julio05/ 2016

Sin Embargo

En materia de comunicación, la reunión de los líderes de Norteamérica fue un desastre para el Presidente de México.

Muy pocos saben cuál fue el objetivo de la “cumbre”, pero muchos sí vimos y nos regocijamos de los videos y los “memes” de Enrique Peña Nieto que circularon en millones de teléfonos celulares y en las redes sociales. También muchos nos enteramos del “regaño” del Presidente Barack Obama a su homólogo mexicano sobre el concepto de “populismo” y que frente a las críticas al movimiento magisterial de la CNTE, el Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, dijo ser maestro.

En la memoria colectiva se refuerza la imagen de un Presidente bajo de estatura y pequeño en solvencia ética y atributos políticos frente a sus pares internacionales. Los “memes” lo muestran ridiculizado y subestimado de diferentes maneras: desde aquella en la que, a través de un fotomontaje, apenas si se ve su copete en una selfie de Trudeau con Obama, hasta en la que se recrea una portada de la revista Forbes donde el código de barras lo tapa en una fotografía en la que también aparecen sus similares de Canadá y Estados Unidos.

La interpretación más obvia de este fenómeno es que millones de los mexicanos que usamos las redes sociales o que nos comunicamos por WhatsApp en nuestros “teléfonos inteligentes” estamos hartos del Presidente y su gobierno, y que la elaboración y amplia difusión de estas imágenes son una expresión de la impopularidad de Peña Nieto, ante una extensa lista de agravios a la sociedad. Lo ocurrido en Ottawa y las reacciones cómicas de los “memes” sólo confirman, pues, el desencanto de la opinión pública hacia el mandatario.

En México, prácticamente ningún presidente y funcionario público de alto nivel se ha librado del escarnio público desde el siglo XIX. La diferencia es que antes la posibilidad de hacer y difundir ampliamente una crítica con una buena dosis de humor y sarcasmo la tenían algunos caricaturistas en la siempre escasa prensa independiente, así como actores de comedia en algunos teatros y carpas (luego reprimidos o censurados), pero ahora cualquiera de los usuarios de internet puede caricaturizar o ridiculizar a los funcionarios con algo de creatividad en las frases y una buena imagen de los aludidos.

La capacidad de que tenemos para hacer humor de los errores, pifias o hasta del físico de alguna autoridad es muy antigua. Justo hace algunos días terminé de leer un libro espléndido de Pablo Picatto, investigador de la Universidad de Columbia, quien documenta históricamente la noción del concepto “honor” durante el siglo XIX y describe así uno de los momentos de las revueltas de 1884 en contra de la manera en cómo el gobierno de México negociaba la deuda del país con acreedores ingleses:

“El día 17 (de noviembre de aquel año), la tropa disparó en contra de las multitudes de estudiantes y de hombres de clase baja que lanzaban piedras y amenazaban con iniciar una pelea mano a mano. En los días siguientes, una multitud de hasta tres mil personas, según ‘La Libertad’, apedreó las ventanas de residencias, negocios y tranvías. Los soldados y la policía intentaron perseguir a la muchedumbre sin lograr frenarlos. Como en los debates de la Cámara, había una sensación de espectáculo. Entre las escaramuzas, el populacho retaba y se burlaba de la tropa imitando, cómicamente, corridas de toros. Estas escenas callejeras… demostraban el sentido del humor y la valentía de los mexicanos, y competían ventajosamente con la diversión del teatro, la zarzuela y las carreras de caballos”. También, durante los debates en la Cámara de Diputados sobre dicho acuerdo que pretendía firmar el gobierno, estudiantes y “populacho” presentes en la tribuna se burlaban de los legisladores que apoyaban al presidente de la República (“La tiranía de la opinión”, El Colegio de Michoacán e Instituto Mora, 2015).

Populacho es un concepto que se ha utilizado para caracterizar a la clase popular más baja. Algunas elites políticas quizás sigan identificando de esa manera a un sector de la población. Por lo mismo la descripción de aquel momento me transportó a nuestra época con la diferencia de que muchas de estas manifestaciones públicas, aderezadas de humor, ahora se hacen desde plataformas virtuales, y los soldados y policías de entonces son ahora como los bots y trolls que buscan neutralizar las críticas al presidente y su gobierno.

Pereciera que pocas cosas han cambiado en tantos años. No es así, pero en el ejemplo que cito hay un matiz interesante. Si bien habría coincidencia que los “memes” alusivas a Peña Nieto son como una especie de reprimenda social por su mal gobierno, se percibe a la vez una especie de dosis de “malinchismo” ante lo ocurrido en este encuentro internacional, situación distinta a la del siglo XIX en la que se defendía el patrimonio nacional, la no injerencia de los gobiernos extranjeros en el país y el “honor” de los mexicanos.

En los “memes” y los videos al presidente mexicano se le ridiculiza por ser “chaparro”, cuando la estatura promedio de los hombres en nuestro país es de un metro con 67 centímetros, que es similar a la que tiene Peña Nieto. Si nos reuniéramos con Obama y Trudeau así nos veríamos físicamente la mayoría de los habitantes de nuestra República. En contraparte nos sentimos atraídos por la elocuencia, espontaneidad, estatura, discurso y hasta belleza de los otros mandatarios. En ellos todo parece ser perfecto ¿lo es? Claro que no, pero no nos damos la oportunidad de ir más allá de lo aparente y, por ejemplo, de los intereses nacionales que estuvieron en juego en esta reunión internacional.

El periodista Témoris Grecko, que sabe mucho de estos temas internacionales, escribió en Aristegui Noticias: “No se trata de ‘fobias estúpidas’ (la burla masiva en redes sociales a Peña Nieto). Se trata de una Presidencia que va a la deriva, llevada por capitanes que compiten para ver quién hunde el buque, y que día a día pierde el apoyo de más mexicanos. Hay fobia, sí, pero no es estúpida: Peña Nieto y lo suyo se lo han ganado”.

¿Merecido? Sin duda, pero no dejo de pensar que en estas expresiones hay algo más de cómo percibimos al funcionario público que representa a México en convenciones internacionales y cómo nos percibimos los mexicanos frente a los extranjeros y todo lo que suena a extranjero, incluyendo el buen uso del idioma inglés, el que hablan muy bien Obama y Trudeau, pero no Peña Nieto, como el 95 por ciento de los mexicanos.

Por eso reitero que comunicacionalmente esta gira fue un fracaso para Peña Nieto, atribuible, en efecto, a sus estrategas de comunicación política y de elaboración de discurso, pero mucho más a los mediocres resultados de su gobierno y a sus decisiones y omisiones en el ejercicio del poder. Y así, ni manera de protegerlo de distractores tan efectivos en las redes sociales y en nuestras conversaciones por WhatsApp, que poco aportan pero que mucho nos divierten, aunque sea a costa de la estatura promedio de los mexicanos (incluyéndome, of course) y la acrítica veneración hacia algunos líderes extranjeros.

Twitter: @telecomymedios